Sin un reabastecimiento fiable de carbón, ni siquiera la mejor central eléctrica podría proporcionar la más mínima energía. De modo que es esencial disponer de una monitorización fiable de las reservas de carbón. El carbón se entrega por vía marítima y se descarga en búnkeres de hasta 30 m de altura. El transporte del carbón hasta estos búnkeres se realiza desde los almacenes de la central eléctrica mediante sistemas de cintas transportadoras subterráneas o por la superficie. Desde allí, el carbón debe transportarse hacia los molinos, donde se tritura hasta obtener un polvo fino para su posterior incineración en la cámara de combustión del quemador. Se necesitan
sensores de nivel fiables en todas partes para garantizar una alimentación ininterrumpida de la cámara de combustión y para evitar un sobrellenado de los búnkeres. Uno de los puntos más críticos es conseguir una monitorización fiable del llenado mínimo de los silos de polvo de carbón, ya que se debe evitar a toda costa una interrupción de la alimentación en los quemadores.
El problema: las condiciones ambientales en los búnkeres de carbón no suelen ser muy favorables para la instrumentación, ya que todos los sensores se ensucian con rapidez. Además, la central eléctrica de Tanjung tenía constantes problemas con un punto de medición, que debía indicar de manera fiable la altura y, por lo tanto, el nivel de stock de carbón. Sin embargo, ese no era el caso. El valor de medición no hacía más que indicar un valor del 100 %, aunque el nivel fuera bastante diferente y el stock en el silo estuviera a punto de agotarse. No solo la suciedad del entorno y el fuerte ruido durante el llenado afectaban al instrumento de medición, sino también la típica distribución del material a granel en los búnkeres.